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Inés Beato Vassolo
LA NACION
Un pabellón es, en arquitectura, un espacio para experimentar técnicas, materiales, diseños y también probar la capacidad de un edificio para adaptarse a distintos entornos. Suelen insertarse en lugares abiertos para exhibir, con claridad y sin decoros, el encanto de su construcción. Uno de los ejemplos más conocidos es el Pabellón Alemán de Barcelona, construido en 1929 por Mies van der Rohe para la Exposición Internacional que allí se celebró. Fue la cristalización del Movimiento Moderno y, si bien hoy está reconstruido y puede visitarse, se desmanteló al año siguiente de la feria, como muchas de las edificaciones de este tipo.
De este lado del océano Atlántico, y sin ánimos de calificar su obra como efímera, el arquitecto Gonzalo Callegari menciona la palabra “pabellón” para describir este proyecto en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. Y tiene sentido: con el aval de su cliente (y amigo), esta casa de fin de semana fue para él pura exploración, y le permitió plasmar su larga trayectoria, que incluye distinciones de la Bienal de Arquitectura, Urbanismo, Investigación y Teoría que organiza el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires.
"La forma y la implantación de la obra son una respuesta al sitio: se construyó donde quedaba un claro del monte, de modo tal de no voltear ningún árbol y aprovechar al máximo las entradas del sol. Con las vistas ocurre igual: cada ventana enmarca una parte específica del paisaje."
Arq. Gonzalo Callegari, de Estudio Callegari
“La casa se cierra por completo y se camufla entre los árboles mediante postigos negros ranurados, iguales al revestimiento. Al mismo tiempo, quise separarla del terreno mediante una plataforma: no deja de ser un objeto externo y me gusta que, sutilmente, pueda ser identificada como tal”. Aquí, los interiores juegan a conectarse con el entorno y, al mismo tiempo, esconderse; en tanto, los materiales prueban su resistencia repitiéndose en cada ambiente con tratamientos poco convencionales.
Aproximación al espacio interior
“La planta baja integrada tiene un mismo cielo raso de madera. Remata en cada extremo con una galería para aprovechar la orientación norte o la sur, según de la época del año”.
“El desafío del proyecto fue darle transparencia y un efecto contenedor al mismo tiempo. Por eso, las aberturas van de piso a techo solo en las áreas de estar, y los marcos de las ventanas se esconden en el espesor del muro, reforzando el contacto del interior con el paisaje”.
Cocina semiintegrada y revelaciones proyectuales
“Los clientes pidieron una base neutra que les permitiera cambiar la decoración cuantas veces quisieran. Entonces, hicimos una caja monocromática: tanto los muebles de cocina como las mesadas y los porcelanatos tienen un tono similar al del entablonado vertical”.
–¿Cómo se resuelve la iluminación en un cielo raso hecho con listones continuos de madera?
–Es uno de los desafíos más difíciles. Intenté despejarlo para no arruinarlo con demasiadas perforaciones, ya que hay poco espacio entre varillas, ni condicionar el armado de la planta. Dejé algunas bocas precisas para colocar artefactos colgantes; las luces restantes se pusieron en las paredes o en el piso (en el caso de la galería). Las rejillas de ventilación también se llevaron hacia los laterales.
–Los artefactos se eligieron, también, para pasar desapercibidos en el diseño interior...
–Sí. La cocina es un claro ejemplo. Tanto en la pared del desayunador como arriba de la isla, las luces están revestidas en la misma melamina que se usó para los muebles.
El perímetro de la ventana se aprovechó para colocar un estante (arriba) y un cajón (abajo), que también hace de banco.
Se ranuró el porcelanato del box de ducha para que se asemejara a los paneles de MDF que revisten el resto de los espacios. “Es fundamental que sean monocapa, para calarlas sin que se salte la superficie esmaltada”, aclara el arquitecto respecto de las placas.
Relax en altura
Aquí hay un cambio de piso, que responde a una cuestión de pesos innata al material. El granito, pesado y frío, recorre la planta baja; en tanto la pino tea, liviana y cálida, da base al refugio en altura y dialoga con la madera de los troncos”, detalla el arquitecto Gonzalo Callegari.
La planta alta se agregó sobre la marcha. No tiene cerramiento, sino que se concibe como un “espacio etéreo”, en vínculo estrecho con la copa de los árboles.
Inés Beato Vassolo
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